viernes, 7 de septiembre de 2012

Clara (M.031)

Amar es una mierda, pensó Clara, que tenía un agujero negro bombeando la sangre de su sistema circulatorio.  Sobre todo cuando sistemáticamente te enamoras de la persona equivocada.  Tantas veces había decidido ser racional y tantas veces el corazón ignoró la lógica, que ya no sólo le dolía en el ánimo.  Hasta el cerebro se sentía ofendido y se le rebelaba en forma de jaquecas.

Esta vez era la definitiva.  No se podía apostar tanto a una carta, con tan pocas posibilidades de que saliera y haber metido todas las monedas que tenía.  Otra vez.  Hay que ser masoca o gilipollas.  O humano, que resume las dos anteriores palabras.

A pesar de que el día, la semana y el mes carecían de sentido, Clara se arregló como si fuera sábado por la noche y salió de compras.  No iba a gastar un peso, pero no importaba.  El caso es que el resto de sus congéneres no notaran debilidad en ella.  El ser humano tiene una facilidad pasmosa para hacer carnaza del frágil.


jueves, 6 de septiembre de 2012

Clara (M.241)

Fingir que estás bien es muy sencillo.  Sobra química en las farmacias para ello y la mayoría de médicos de cabecera tienen una sobrecarga de trabajo demasiado grande como para arriesgarse a no emitir una receta de antidepresivos.  

La posibilidad de que un paciente cometa una tontería autolesiva que les pueda costar el puesto o una demanda por mala praxis, es un lastre muy grande a la hora de tomar la decisión correcta acerca de la prescripción adecuada para las dolencias indefinidas que suelen presentar la mayoría de pacientes, dado el poco tiempo que disponen para un adecuado diagnóstico, así que Clara tenía un surtido generoso de pastillas para el ánimo en su botiquín.

Cuando Luis llegó para recogerla, no interpretó correctamente el brillo alegre de sus ojos.

- Te veo estupenda...
- ¿Que te creías? - y le besó largamente en la mejilla.

A pesar de la escayola que aún cubría su pierna y su brazo derecho hasta el hombro, Clara insistió en ir en moto.  Los miedos sólo se vencen enfrentándose a ellos.

- No corras, por favor - murmuró, apretándole suavemente el brazo.

Clara (M.099)

Los primeros kilómetros transcurrían a la vera de la carretera nacional, un auténtico aburrimiento, un sinsentido para el nombre de la ruta.  Clara no tenía muy claro a que había venido al Camino, pero no era para eso.

Le asalto la ansiedad ante la posibilidad de estar perdiendo el tiempo y paró dos veces a desayunar.  En cada una de ellas le envió al espíritu un par de generosas dosis de licor de hierbas, antes de colgarse la mochila de nuevo, agarrar los bastones de marcha y seguir colocando un paso detrás de otro. Durante la hora siguiente avanzó bajo el mismo monótono transcurrir, donde las limitaciones de velocidad expuestas para los vehículos a motor parecían burlarse de ella.

Cuando pensaba seriamente en tomar un ansiolítico, se terminó el asfalto y el Camino estalló ante ella, de repente, con toda su generosidad.  Los colores de la primavera eran una melodía perfecta ejecutada por innumerables músicos.  El silencio, absoluto, sabía igual de sorprendente como el primer beso que recibió a los quince veranos.

Cerró los ojos e inspiró profundamente.  Pudo distinguir el olor a tierra mojada, a vides y a campo y se tranquilizó al comprobar que la disociación de sensaciones no era total. Al volverlos a abrir, llenos de lágrimas, notó una sensación de libertad que no había sentido desde hacía lustros. La aventura empezaba a tener sentido.

Cuando su alma dejó de temblar en demasía, volvió a poner un paso tras otro, sin prisa. Aún quedaba mucho por caminar, pero los minutos anteriores habían cambiado su vida por completo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Clara (M.207)

La brisa del mar impregnando el aire que entraba por la visera entreabierta del casco hizo que cerrara los ojos, para poder disfrutar más intensamente de tan vivificante sensación.  En ese preciso momento de feliz abstracción, su centro gravitatorio se desmoronó y Clara se encontró arrastrando por el asfalto.  Instintivamente, abrió piernas y brazos, tratando de maximizar la resistencia y repartir la abrasión, tal y como había ensayado tantas veces en su imaginación, por si alguna vez sucedía lo que entonces estaba ocurriendo.

Julio pasó milagrosamente entre dos soportes del guardarraíl, pero ella impactó de lleno en uno de los postes en forma de H, a la altura de la cadera y sintió como si se hubiese partido por la mitad.  Después de respirar profundamente varias veces, intentó mover los dedos de los pies y los de las manos y suspiró aliviada al sentir ambos.  Al menos no se había roto la columna.  Afortunadamente, muchas veces las sensaciones primigenias no se corresponden con la realidad. Estando en ese estado de alivio transitorio, perdió la conciencia. 

Cuando recuperó el sentido, sintió mucho frío y no fue capaz de reconocer la amable mirada que encontró frente a sus ojos.

Why i can't cry anymore

A veces nos entran en el fondo del alma canciones bien extrañas.  Pero siempre existe un porqué.  Sólo hay que buscar un poquito para encontrarlo. En esta hizo falta algo más que un poquito, por eso la guardaré para utilizarla en una ocasión especial. 

Oídos sensibles, poperos y cuarentaprincipaleros, absténganse.  La experiencia puede ser traumática... :)







Para ser justos con el grupo, tienen alguna cosilla más, digamos, asequible, si aceptamoos que nunca sonarán en una emisora de este país, a no ser en algún programa muy esecial de Radio 3.

Este "So Far Away" es un ejemplo.



O éste "Keep sleeping away"



Si, lo sé, lo siento. Hoy no tocaba música para languideces.  Había mucho curro atrasado.

martes, 4 de septiembre de 2012

Clara (M.188)

La muerte de alguien querido siempre desorienta.  Muchas veces es por ese absurdo sentimiento de posesión que tenemos hacia las personas y las cosas.
Las personas no nos pertenecen, así que llorar su pérdida es puro egoísmo.

En esa mañana de mayo en la que Roni decidió que no quería vivir más, Clara se sintió muy egoísta porque la pérdida de su mejor amigo le había provocado una hemorragia de tamaño sideral en el alma, que iba a costar mucho tiempo taponar. Por momentos, odió a Roni por haberse rendido sin pedirle ayuda, antes de sumirse en un largo letargo emocional.

Durante todo el mes de mayo, Clara ni siquiera fue capaz de sostener un pincel entre sus dedos, a pesar de los cientos de cuadros que se proyectaban en su mente pidiendo, a gritos, ser pintados.

Clara (M.770)

A Clara le gustaba sacar a pasear a Terry sobre la una, cuando la mayor parte de bares ya estaban cerrados, pero quedaban las terrazas puestas. El fantasma estaba sentado en todas las mesas que compartieron juntos, pero cada día que pasaba, su imagen tenía menor nitidez.

A pesar de ello, Clara no quiso esperar a que se desvaneciera del todo y  decidió pintar un retrato suyo.  Diez días después, ya terminado, lo envolvió como para regalo y lo escondió detrás del sofá.  Desde esa noche, el fantasma ya no se volvió a sentar en las mesas vacías de las terrazas en las que Terry enredaba.

Clara pospuso hasta la siguiente limpieza general, en Navidad, la decisión de que hacer con el cuadro. Entonces sería más fácil deshacerse de él.

jueves, 30 de agosto de 2012

Un discurso para pensar

Gracias al número 4 de la revista Orsai, conocí un poco de la personalidad de José Mújica, presidente de Uruguay.  Josefina Licitra ofrecía un perfil del personaje que puede leerse en este enlace.

En unos días en los que el indignante sometimiento a los mercados que vivimos, exaspera hasta el hastío, puntos de vista como el de este señor abren una puerta abierta a la esperanza de que otra forma de hacer las cosas es posible.

Son diez minutos que valen la pena.


El suicidio económico de las políticas neoliberales de Milton Friedman y la escuela de Chicago ya arruinaron a Argentina, Chile, Canadá, Rusia y otra decena de paises.  Someter a un Estado a una doctrina de shock sólo sirve para enriquecer a la oligarquía que la promueve y esclavizar a las asalariados, eliminando de un plumazo la clase media.

Recortar gastos, simplemente, sólo sirve para que los ladrones que provocaron el desastre económico en el que vivimos, se conviertan en los amos de los ingresos futuros de los que verdaderamente producen algo con su trabajo.  Si queda algo que producir.

Sin políticas que fomenten el empleo, sin unos salarios acordes a los precios del mercado, sin I+D (lo único que puede hacer que compitamos con los sueldos de Asia), sin pelear por que la experiencia y el saber no sea sustituido por becarios inexpertos (pero mucho más baratos), sin proteger los sectores económicos que aún funcionan y empujan el país, sin limpiar el innecesario exceso de amiguismo y corrupción que sigue funcionando en la organización de la administración política, nos vamos irremediablemente a tomar por saco.  Terminaremos trabajando una década (o más) para pagar los intereses de unos préstamos que salen del bolsillo de los que provocaron, impúnemente, este desastre.

Hay otra forma de hacer las cosas y hay que hacerla cuanto antes.